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jueves, 24 de septiembre de 2009

ELFOS

ELFOS
Desde tiempo inmemorial los espíritus de la naturaleza han vivido en contacto con los hombres.
Estos seres también llamados "seres elementales", "los buenos vecinos" "ellos" o "la gente desmemoriada", han recibido distintos nombres y atributos en las diferentes civilizaciones.
Uno de los seres más antiguos de toda Europa son los Elfos, los genios de la naturaleza que ya estaban presentes en la mitología escandinava.
La palabra "Elfo" procede de la forma inglesa elf, que surge por evolución de elder "los antiguos", eufemismos con el que se nombraba a los seres de la naturaleza.
Esta criatura está presente en casi todas las mitologías de la Europa del Norte, especialmente en el floklore inglés y en el escandinavo.
Siempre se ha dicho que los Elfos se dividen en dos clases, los Elfos de la Luz, que coinciden en su descripción con las Hadas y cuyo motivo escogió Tolkien para el personaje de Légolas, el único Elfo que formaba parte de los miembros de la comunidad del anillo; y los Elfos de la Oscuridad, los dark elves, también conocidos con el nombre de drows.
Los Elfos, al igual que las Hadas, pueden adoptar distintas formas y tamaños, aunque lo habitual es que se les retrate con forma humana estilizada, piel blanca, cabellos rubios y orejas puntiagudas, único rasgo por el que se distinguen físicamente de los hombres.
Ahora bien, si es cierto que esta imagen del Elfo ya se encontraba en el floklore, no podemos ignorar que ha sido idealizada en la obra de Tolkien, que olvida otros rasgos también propios de este ser, como su naturaleza cambiante e inestable, que los hace ahora amigables, ahora vengativos; su actitud caprichosa, que les impulsa a raptar a la mujer que desean, sin tener en cuenta si están casadas; o los juegos sucios con los que enredan a hombres en ocasiones.
En Irlanda, Escocia y Gales abundan las leyendas que nos
explican el modo de vida del pueblo Elfo.
Algunos relatos datan de la época celta y nos sitúan a estos seres bajo las colinas,
donde tienen sus reinos y sus palacios de cristal.
Cada uno de estos reinos está gobernado por un rey Elfo, de gran belleza y dotes para la música, que busca entre las mujeres a la más hermosa para desposarse con ella.
En Irlanda consideran que el pueblo Elfo fue una de las primeras razas que
habitaron sus tierras, anteriores incluso a la ocupación humana.
Sin duda, el pueblo élfico más conocido son los tuatha, los hermosos guerreros
de tez blanca que se hicieron con el dominio de Irlanda.
En otra época, ahora ya casi olvidada, vivieron en contacto el pueblo de los hombres y el de los Elfos, pero los hombres traicionaron la confianza de los
otros pueblos y sucumbieron al poder del dinero.
La ambición fue alejando progresivamente de la naturaleza al hombre, que comenzó a quemar los bosques para edificar y a contaminar las aguas con los residuos.
Cada paso que daba el hombre hacia la civilización lo separaba aún más del resto de los pueblos, que acabaron ocultándose a los ojos de los hombres y olvidando las viejas alianzas.
Hace mucho años un rey Elfo irlandés de nombre Finvarra se
enamoró de una joven que estaba a punto de casarse.
El rey Elfo estaba acostumbrado a que todo se hiciera según su capricho, y como quería a la joven para sí, mandó a sus soldados a la boda de la joven para que raptaran su alma.
Al ser invisibles, ningún invitado pudo ver lo que ocurría, pero lo cierto fue que de pronto la joven Etha cayó al suelo en mitad de la ceremonia.
Los invitados la llevaron hasta su cama, pero la joven no respondía.
Su esposo lloraba desconsolado.
Una mañana, estando en el campo, su marido escuchó unas voces que decían que Finvarra había raptado a la joven más hermosa de la Tierra y que sólo había dejado su cuerpo en su casa y que si su marido quería salvarla, le bastaba con cavar la tierra hasta llegar
al interior de la colina, donde se encontraba el palacio de Finvarra.
El marido se puso manos a la obra y cavó y cavó durante horas,
pero cuando volvió al día siguiente la arena había vuelto a su lugar.
El hombre estaba desesperado, pero de nuevo las voces le ayudaron.
Debía cavar, sí, pero antes de marchar debía cubrir el lugar con
sal para que los Elfos no pudieran tocar la arena.
Y así fue como el hombre llegó hasta el interior de la colina y recuperó a su esposa.
Agustín Celis
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